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El 25 de abril evoca el Día Internacional de la lucha contra el Maltrato Infantil, una fecha instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1989. Fecha clave para promover la protección de los derechos de niños y niñas en todo el mundo y para advertir a la sociedad sobre la problemática del maltrato infantil.

El maltrato contra la infancia es una forma de vulneración de los derechos de niños y niñas, una violación de los Derechos Humanos.

Datos de la OMS, informan que 6 de cada 10 niños menores de 5 años (alrededor de 400 millones) sufren regularmente castigos corporales o violencia psicológica perpetrados por sus progenitores o cuidadores. Y documentan que 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 7 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales durante la infancia. (OMS, “Maltrato infantil”, 5 de noviembre de 2024)

UNICEF describe las distintas formas de maltrato: físico, psicológico, negligencia o abandono, abuso sexual, trabajo infantil, mendicidad, maltrato institucional, trata de personas, sustitución de la identidad, maltrato entre iguales.

Los vínculos recíprocos entre los seres humanos son profundamente influidos por la medida de la satisfacción pulsional. El ser humano individual puede relacionarse con otro como un bien él mismo, si este explota su fuerza de trabajo o lo toma como objeto sexual. Hay una satisfacción en juego en el incesto, en el gusto de agredir, en el gusto de matar. (Freud, S., “El Porvenir de una ilusión”).

Justamente los Derechos Humanos son una ley universal que plantea que se reconocen  las diferencias de goce y la responsabilidad en juego. Aún incluso aquella que implica gozar matando a otro, para lo cual, establece una sanción.

La Convención sobre los Derechos del Niño, instaura que los niños y niñas son sujetos de derecho, que son personas en desarrollo y que sus vidas están imbricadas con las de sus familias, el Estado y la sociedad. Se concibe a los niños y niñas como sujetos y no como objeto de posesión, ya que esto último conduce fácilmente a hacer uso de ellos. La sociedad ha utilizado y tiende a utilizar la infancia como fuerza de trabajo, como descarga de tensión de los adultos, como espectáculo, consumidor, mercancía, como instrumento de violencia.

En tanto profesionales de la salud, tenemos una responsabilidad no solo legal, sino también ética. Podemos ejercerla en articulación con la red de instituciones que acompañan a la familia en estas circunstancias.

El maltrato infantil produce efectos adversos en la constitución de la subjetividad. Pensar intervenciones solidarias, respetuosas, coordinadas y corresponsables, abre la posibilidad de co-construir acciones nuevas.

El trabajo en red resulta necesario para conformar un sistema que pueda trabajar en la sociedad. Debemos ofertar dispositivos de asistencia que no ignoren el “interés superior del niño” tal como lo establece la Convención sobre los Derechos del Niño.

Como ejemplo de una solución posible está la película “Sonido de Esperanza” (2024) basada en hechos reales, donde se muestra cómo, ante la difícil situación de decenas de niños –muchos de ellos víctimas de abuso y negligencia– un matrimonio inspira a su comunidad para tomar una acción inédita. 

Las representaciones religiosas, son sólo una parte del inventario psíquico de una cultura. Apostamos a que el abordaje psicoanalítico pueda hacer su contribución a la solución del problema del maltrato infantil no sin poder garantizar el derecho de cada niño a ser escuchado.